Jose era el director creativo de una empresa de diseño. Ante un nuevo proyecto, tenía que decidir cual de dos de sus empleadas iba a ser la diseñadora, lo que conllevaba un aumento de sueldo y la consideración correspondiente. Una se llamaba Zarina, era de Marruecos, y siempre había hecho bien su trabajo. Además tenía cualificación de sobra para lograr el éxito en el proyecto. La otra se llamaba María, era nueva en la empresa, y aunque no tenía tanta cualificación como Zarina, era española.
Guiándose más por sus valores que por la cualificación, escogió a María, convencido de que espabilaría y conseguiría llevar a cabo el proyecto sin problemas, porque además el que lo demandaba era español con lo que se entenderían sin dificultades. Tras la reunión de presentación, todos se pusieron manos a la obra: María diseñó el proyecto y los demás, incluida Zarina, lo llevaron a cabo.
Cuando vino el demandante a ver como iba, se quedó muy decepcionado, pues no se ajustaba en nada a lo que el quería.
Entonces Zarina sacó su blog, le enseñó lo que ella había diseñado por su cuenta, y quedó completamente encantado. Finalmente, Jose se dio cuenta del error que había cometido, y puso a Zarina en el puesto que se merecía.
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